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En memoria de Fernando Cuen Martín, que me amó y creyó en mí. Ya ha pasado un año. Siempre en mi corazón.

sábado, 31 de octubre de 2015

Potros y tortugas o la vida que huye




Sábado...otra vez. Los días pasan unos detrás de otros, a veces brincan y saltan y trotan como potros salvajes; otras veces se arrastran lentos, un paso detrás de otro, como tortugas centenarias. Pero el resultado siempre es el mismo: al llegar el sábado y mirar atrás, me pregunto dónde ha ido cada minuto, incluso esos que se alargaban sin fin y se olvidaban de irse mientras correteaban sobre las teclas del ordenador y se escondían entre los papeles. Pasan los días y pasa la vida y apenas nos damos cuenta de lo frágil y fugaz que es, perdidos en nuestros estúpidos quehaceres y obligaciones.

Durante los últimos seis meses, hay días en que he llegado a detestar la vida y la he acusado de arrebatarme a quien quise y quiero tanto. Y, sin embargo, no es la culpable. Lo cierto es que, corriendo de un lugar a otro, la dejamos de lado, al borde del camino y luego, cuando giramos la cabeza, o bien no la vemos, o la distinguimos como un punto pequeño en el horizonte. Es entonces cuando nos preguntamos cuánto tiempo hace que se quedó ella allí sentada esperándonos, y la pobre no entiende por qué nos quejamos tanto de que se vaya tan rápido, cuando somos nosotros los que la dejamos olvidada.

Hace un par de días, al abrir mi armario, en donde aún está colgada su ropa al lado de la mía, no puede evitar acariciar sus camisas y buscar su olor en su chaqueta. Tarde o temprano tendré que guardarla y decidir qué hacer con ella, aunque de momento me siento incapaz de desprenderme de nada. Sé que él no va a volver, pero tenerla es como tener algo suyo, algo material y tangible.

Fernando nunca dejó la vida al borde del camino, siempre la llevó con él, firmemente cogida de la mano. No dejó que se le escapara ningún minuto, hizo cientos de cosas, disfrutó de cada momento de diminuta felicidad.  Era vital, y las desgracias propias y ajenas a las que tuvo que hacer frente no hicieron más que reforzar esa gran fuerza interior que le permitían valorar la vida, la Vida: la rosa y las espinas, la miel y las heces.

Cuando el vacío de su ausencia se mitiga un poco, cuando la tristeza se echa a dormir durante un rato, me digo a mi misma que tengo que seguir adelante, por él y por mí, que tengo que aprender a vivir como el vivió. Sé que es imposible, pero quizas su ejemplo me sirva, cuando su pérdida sea más llevadera, para recoger cada minuto perdido, tenderle la mano a los días, a los pasados, a los presentes y los que están por venir y seguir caminando hasta que llegue la estación en la que tenga que bajarme. Así podré saludar a los que sigan su viaje, sin arrepentirme de lo que dejé por hacer, satisfecha de haber hecho mi camino lo mejor que supe. 

sábado, 17 de octubre de 2015

Ida y vuelta o el eterno retorno




De Barcelona a Madrid, 17 de octubre de 2015

Son las 8:10 de la mañana. El AVE acaba de dejar atrás la estación de Sants en dirección a Madrid. Sus siguientes paradas son Camp Tarragona, Lleida Pirineus, Tres Delicias, Calatayud y, como final de recorrido, Madrid-Puerta de Atocha.

Escribo esta entrada mientras contemplo el paisaje a través del cristal de la ventanilla  a 239 km/hora y escucho Arcadia de Miriam Stockley. Desde hace unos años, cuando necesito escribir, soñar, perderme en mi mundo, es la música de este estilo la que necesito.

Madrid es mi destino por primera vez desde hace cinco meses. En aquella ocasión fue para hacer que las cenizas de Fernando descansaran en paz. Las cenizas y no su espíritu, porque Fernando era un hombre inquieto, un hombre de acción…y ahora que por fin está libre de ese cuerpo material que enferma, duele y se cansa, imagino que no cesa de recorrer su Sierra de Guadarrama, de interesarse por lo que hacen sus amigos, de recoger noticias para tener informados a los habitantes de ese mundo al que llamamos Más Allá (aunque en realidad está muy cerca, en nuestros corazones). Y, estoy totalmente segura, sigue los pasos de su ranita, que no lo olvida ni un solo momento. Siento que, muchas veces, vea mi tristeza, mi melancolía, mi rabia… 

Cariño, si no fuera así no se le podría llamar amor a lo que sentí y lo que siento por ti.

Este es un viaje de ida y vuelta. El domingo volveré a estar en Barcelona. Es un viaje de ida y vuelta, en realidad un viaje de eterno retorno, pues, aunque no sé cuánto tardaré en volver a pisar Atocha cuando tome el tren de regreso, mis sentimientos y mi corazón retornan una y otra vez a Fernando.

Sé que él no querría que me rindiera a la pena y a la desilusión. Él no. Vital, amante de la vida como era a pesar de los desengaños, a pesar de la desesperación por la estupidez humana y las injusticias, nunca dejó de disfrutar de cualquier momento de felicidad, por pequeño que fuera, como contemplar abrazados el mar o pasear con sus perrillos.

Bruna se marchó antes que él. No me cabe duda de que ahora ella vuelve a trotar a su lado, salpicando trozos de nube, contenta de haberse reunido otra vez con su amo querido. Zulú y yo nos reuniremos con ellos cuando llegue el momento y, desde allí, cuidaremos de los que queremos, de aquellos que nos recuerden con lágrimas en el corazón y una sonrisa en los labios.

Poco a poco hago las paces con la Vida y con la Muerte, que no son más que las dos caras de la misma realidad. Durante un tiempo no vemos la cara oculta, como sucede con la Luna pero,  cuando nuestros días terminan en esta cara visible desde la que ahora escribo estas líneas, hacemos un viaje a la cara oculta…y es en esa cara oculta en donde la iluminación es mejor…. Eso es lo que creo cuando la pena me da tregua y de nuevo mi yo anterior a la muerte de Fernando bracea hasta la superficie para respirar.

Volveré a ser yo, pero ya nunca seré la misma. Fernando abrió mi campo de visión y me hizo ampliar mi perspectiva. Mi vida nunca será la misma después de haberlo conocido. Y su muerte ha vapuleado ideas y creencias y me ha dejado temblorosa y perdida…

Sin embargo, tras estos meses de sufrir por su ausencia, de tristeza, de rabia contra todo, de ira contra la Vida, contra la Muerte, contra Dios… tras estos meses de no encontrar sentido a nada, he conseguido aferrarme a un resquicio del precipicio, he escalado dando traspiés y me he sentado mirando al horizonte.

Nunca seré la misma, pero el sentido de la vida sigue siendo el que era, amar, cuidar, arropar el alma de los que quiero y de los que llegarán y a los que querré. ¿Qué otro sentido tiene la vida? Sí. Vivir el momento, disfrutar, irse de viaje, tomarse unas copas…. Pero yo no hablo de ese tipo de sentido. Yo hablo del sentido trascendente, del que está dentro de nosotros, de nuestra conciencia, de nuestro espíritu, de eso que me niego a aceptar que muera cuando nuestro pobre cuerpo hecho de agua, de células, de materia, desaparece. Su muerte me ha puesto muy difícil continuar creyendo en eso, pero creo que ganaré la batalla. 

Por ello, no permitiré que mi corazón se empozoñe con el dolor que esos que hirieron y que quisieron humillar a Fernando me causaron. Lo que le atrajo de mí, según decía, fue mi sinceridad, mi generosidad que hacía que no me diera cuenta de la maldad que existía.

Ya tengo 49 años y mucho vivido, sobre todo desde abril, y ya sé que la maldad existe y no sólo en las noticias de televisión, sino muy cercana, como la que le rondaba a él…. Sin embargo, no dejaré que mi corazón se pudra como el de aquellos que, en lugar de con comprensión y amor,  envolvieron a Fernando con odio. No. No lo permitiré porque entonces habrán ganado la guerra y la ranita que él amó dejará de existir.

Eso no quiere decir que olvide o perdone. Ni olvidaré, ni perdonaré. Y si la vida me da la oportunidad, devolveré el golpe.

domingo, 11 de octubre de 2015

Perspectivas y expectativas



Decidí que tus cenizas descansaran en Madrid, cerca de la sierra de Guadarrama  que tanto amabas y que habías recorrido desde tu infancia, palmo a palmo. El monte era el lugar en el que te refugiabas cuando los fantasmas del pasado o los demonios del prensente menguaban tus fuerzas y zarandeaban tu espíritu.

 El diablo no existe. Hay personas que son diablos. Tú y yo lo sabemos. Y la realidad es, en muchas ocasiones, cruel, despótica y arbitraria, por mucho que cambiemos la perspectiva desde la cual la contemplamos. Es mejor no crearnos demasiadas expectativas porque la realidad puede aparecer disfrazada de negro con una guadaña y cercenarlas de golpe.

Los días pasan y yo no tengo demasiadas expectativas...ni tampoco demasiadas ilusiones... Sigo con el piloto automático conectado mientras mi corazón y mi mente vagan sin un rumbo definido entre los recuerdos y el dolor de la ausencia. En algunos momentos no puedo entender que ya no estés, que te marcharas de repente, de un día para otro. Que estuvieras vivo y un segundo después tu corazón dejara de latir.

Hay días en que se diría que el optimismo abre las cortinas y sube la persiana. Entonces, entra algo de luz y soy capaz de ver algo a través de las brumas del futuro, y me siento capaz de seguir adelante, de hacer planes, de estudiar, de cambiar de trabajo, de volver a ser feliz. Sin embargo, hasta ahora, sólo sucede durante cortos espacios de tiempo, una hora, una mañana...y entonces tu pérdida vuelve a bajar las persianas y cerrar las cortinas y me siento sola, melancólica y (cuando la soledad y la melancolía se hacen insoportables) furiosa.

Expectativas que se quiebran y decepciones que escuecen. La muerte es una excelente maestra y pronto nos enseña que, al final, el que sufre y el que más llora a un ser querido es el que se queda solo, el resto de familiares y amigos se desvía pronto del camino del duelo y retoman sus vidas como si nada hubiera pasado.

Ayer por la mañana el optimismo abrió las cortinas y subió las persianas de mi alma y, en aquel momento, pensé en la próxima entrada de mi blog y en lo que quería explicar  pero, aceptad mis disculpas aquellos que me leáis si en realidad esta entrada vuelve a estar teñida de tristeza y meláncolía. Mi habitación está a oscuras.

LLegarán días mejores, el dolor y la tristeza darán lugar a la dulzura del recuerdo y yo podré continuar con mi camino, pero la Gran Maestra me habrá enseñado algunas lecciones, entre ellas que no debo esperar demasiado de nadie, ni crearme demasiadas expectativas. La única persona de la que hubiera podido esperarlo todo ya no está.







sábado, 3 de octubre de 2015

Habitación con vistas

El otoño ha llegado. Desde hace días el cielo se ha cambiado de ropa y viste de gris, y estalla en llanto a cada momento, mojando de lágrimas calles y tejados. El cielo no quiere despedirse del verano y se aferra a su mano porque sabe que no volverán a encontrarse hasta dentro de mucho tiempo. El cielo y el verano tienen suerte, algún día, dentro de unos meses, volverán a abrazarse, pero las despedidas siempre son tristes, aunque no sean para siempre.


La pereza me envuelve, el color gris también es el color de mi alma. También llegará el verano para ella, pero no habrá ningún reencuentro, porque Fernando no volverá para abrazarla, no volverá para abrazar mi alma y acariciar mi cabello.

Sin embargo volverá a salir el sol y quizás yo misma podré iluminar con mi propia luz a otras personas. 

Desde abril no he cesado de preguntarme por el sentido de la vida.  Día tras día me cuestiono si vale la pena estar en este mundo, traer niños a él, me pregunto de qué sirve nacer.  El "carpe diem" que todo el mundo invoca me parece casi una estupidez si al fin y al cabo la muerte llamará a nuestra puerta más tarde o más temprano. 

Sin embargo, a pesar de la tragedia, de la tristeza, del tremendo peso que soporta mi espíritu, a pesar del odio y la rabia, aunque no quiera escuchar esa voz que se ahoga dentro de mi desde que él murió,  de tanto en tanto, a fuerza de intentarlo, consigue llamar mi atención y me recuerda que, por mucho que dude, el significado de la vida sigue siendo para mi el mismo que ha sido siempre: dar amor, cuidar, crear un hogar en el que los míos se sientan queridos y protegidos y caminar por el camino de mi existencia haciendo todo el bien que pueda y, en su defecto, intentando hacer el menor daño posible. No siempre lo he conseguido, pero siempre, a pesar de mis imperfecciones, de mis defectos, de mi ego y de mis debilidades, es lo que he creído y es lo que he intentado. 

Habitaciones con vistas. Nunca me cansaba de hacer la misma fotografía desde el balcón de su hogar, desde el balcón del salón. La sierra al fondo, el campanario coronado por los nidos de las cigüeñas, los tejados. 

La fotografía que encabeza mi entrada de hoy es una de tantas versiones del mismo paisaje, de las vistas que podía contemplar desde su salón, desde su habitación , de las vistas que no podía evitar fotografiar cada vez que iba a visitarlo. Fotografías al amanecer, al anochecer, con sol, con nubes. Ese paisaje era, para mi, uno de los simbolos de nuestro amor. Frente a ese paisaje, abrazados en el balcón, sentíamos unan paz infinita.  Recuerdo que alguna vez lo habíamos expresado en palabras mientras contemplábamos el horizonte, diciendo algo así como: "¡Qué poco pedimos! Simplemente compartir cada día estos momentos de tranquilidad, de paz, juntos"

Ha llegado el otoño y llegará el invierno. Espero que algún día mi alma consiga sacudirse el frío y que, cuando abra la puerta, la primavera haya regresado y el sol vuelva a calentarla. 

Siempre, siempre, suceda lo que suceda, mi corazón será el hogar de Fernando, el lugar en el que él siempre se sintió protegido y amado, porque da igual donde vayamos, el hogar siempre está en donde están las personas que nos aman, no entre cuatro paredes, sino dentro de su corazón.