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En memoria de Fernando Cuen Martín, que me amó y creyó en mí. Ya ha pasado un año. Siempre en mi corazón.

domingo, 24 de enero de 2016

Derecho de admisión

Domingo, 24 de enero. Hace nueve meses que Fernando no está y, sin embargo, sigue conmigo.

Zulú duerme a mi lado, tras una de las trifulcas diarias con Claire y Rita, mis gatas, que también duermen tranquilas cerca de mi.

La vida sigue, ahora ya puedo decir y oir esa frase sin sentir rabia y dolor. La vida sigue y él no está. Y yo no tengo más remedio que seguir sin él. Y, a pesar de que hubo momentos en que me resultaba imposible aceptar eso, sigo adelante, soy capaz. 

Adiós a nuestros sueños en común, nuestra casa con jardín para nuestros perros y gatos, nuestro viaje a París, despertar por las mañanas y asomarnos a un balcón con vistas a la sierra.

Otros sueños, otras aspiraciones tendrán que sustituirlos sin contar con él. Poco a poco he atravesado el túnel de la incredulidad y de la tristeza y he llegado al final. La melancolía es mi compañera, pero ahora la luz del sol me permite volver a ver el horizonte. Sigo sin saber muy bien cómo y hacia dónde encaminaré mis pasos, pero estoy de pie.

Hay algo que intuyo, intuyo, más que sé, y es que para poder avanzar necesito hacer espacio, necesito desprenderme de lo que me mantiene a la salida del túnel sin moverme.

Deberíamos tener uno de aquellos letreros que encontramos en muchos establecimientos, uno de esos letreros de "Derecho de admisión". Con el paso de los años, sin ese letrero de advertencia, nuestra vida se va llenando de objetos, de creencias y de personas que nos dificultan seguir respirando, seguir creciendo, seguir nuestro camino hacia el lugar más interesante, nosotros mismos.

Ha llegado el momento de abrir las puertas y echar todo lo que entorpece nuestros pasos. Ha llegado el momento de abrir armarios, seleccionar ropa, cachibaches, adornos, libros...Ha llegado el momento de abrir las ventanas y airear las habitaciones, de nuestra casa y de nuestra alma. Ha llegado el momento de organizar las pocas posesiones que nos queden para conseguir que los espacios exteriores e interiores irradien armonía.

Ha llegado el momento, al menos para mí, de decidir qué es lo que realmente importa, quien es quien realmente importa, con qué me quedo y qué desecho. Y únicamente entonces, con la mente aireada y libre de cachibaches, quizás pueda escribir ese relato que se niega a nacer o decidir dónde quiero vivir, qué es lo que quiero hacer, qué puedo hacer para que mi vida no sea una barra libre, sino un menú degustación, donde sólo haya cosas, personas y recuerdos que importen.

Tú, Fernando, y tu recuerdo, siempre tendréis concedido mi derecho de admisión.