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En memoria de Fernando Cuen Martín, que me amó y creyó en mí. Ya ha pasado un año. Siempre en mi corazón.

sábado, 30 de agosto de 2014

Pequeño tesoro


Tarde tranquila, música suave, el cielo nublado y unas fotografías y los recuerdos... Y la melancolía y una ternura que rebosa y se desborda arrasando el dique de mis pupilas y cae en una riada de lágrimas.

Tantas veces te lo he repetido y es la verdad más grande que jamás pueda llegar a decir. Eres mi obra maestra, lo mejor que he hecho en mi vida, mi mayor logro. Nada de lo que haga se te podrá comparar.

¿Cómo puedo explicarte la inmensa alegría al saber que estabas creciendo dentro de mí? ¿Cómo trasladar a un papel la alegría y el amor sin límites y el temor de que algo pudiera herirte que me inundaron desde el momento en que supe que la chispa de la vida había prendido en mi vientre? Mi vientre, tu hogar, y tú la llama que lo iluminaba y que aún lo ilumina.

Las primeras imágenes en una ecografía, tu primera patada en mi interior, la certeza de mi amor por tí, cuando aún no eras mayor que la uña de mi meñique. La certeza de un amor imperecedero, límpido y puro. Es inexplicable. Es un milagro. Los milagros existen. Tú eres mi prueba de que es así. No hay mayor milagro que el del nacimiento de una vida. No hay ciencia que pueda explicarlo. Hay que sentirlo.

Creces, tus alas empiezan a crecer y, aún en el nido, empiezas a agitarlas y miras al exterior y sueñas con ese mundo que se abre incierto pero apasionante, lleno de promesas y, también, de incógnitas y de temores.

Y yo me siento orgullosa. Y un poco triste porque mi niño será dentro de poco un adulto que abrirá sus alas y se lanzará a la búsqueda de su propio futuro, de sus sueños y se alejará de mi.


Tarde tranquila, música suave, el cielo nublado y unas fotografías y los recuerdos...En las fotografías buscaba inspiración para escribir un relato pero, he aquí, que en lugar de un relato, me salió una declaración de amor.