Quisiste compartir todo
conmigo, todo, tus alegrías, tus tristezas, tus sueños, tus fantasmas, tus
creencias y pusiste tu corazón y tu alma en mis manos, aunque guardaras para
ti, en un rincón, sentimientos y dolorosas imágenes que eras incapaz de exorcizar.
En esos momentos (aunque cada vez había menos
a medida que te abrías a mí) tu único consuelo era perderte en la sierra, en
las montañas que tanto amabas y que curaba las heridas que ni yo podía sanar.
Allí los árboles, el cielo, los pájaros y tu fiel Bruna eran tu mejor bálsamo.
Ya sé, ya sé… Siempre me decías que yo era tu bálsamo de Fierabrás…pero hay
pedacitos de nuestro espíritu, del espíritu de todos nosotros adonde nadie
puede llegar, pedacitos perdidos en lugares recónditos entre los pliegues de
nuestras penas y nuestros sueños perdidos. Y a esos lugares recónditos de tu
alma, sólo el aire fresco de la Sierra de Guadarrama podía llegar.
Y, así, por compartir todo conmigo, con amor y con
fe, nos encaminamos a visitar la Gruta de Nuestra Señora de Begoña adonde
tantas veces ibas para rogar a la Virgen, con tu fe pura e inocente, inocente
en el sentido más bello de la palabra.
Un remanso de paz en el
pequeño pueblo de Miraflores, entre montañas, un hermoso lugar al que entramos
cogidos de la mano, un lugar adonde nunca más podré ir contigo pero adonde, sin
duda, volveré para sentirme cerca de ti.
Nos acercamos al altar y
cogiste unas velas y las repartiste conmigo y las encendimos y con cada una
hiciste un ruego. Rogabas por la salud de los que querías, por nosotros, por
nuestros sueños, por nuestros proyectos, por nuestro futuro, por nuestros
pequeños de cuatro patas.
Y ahora yo no sé si rogar a
Nuestra Señora de Begoña o ponerle un pleito porque no te concedió lo que con
tanta fe le pediste. Yo le pregunto por qué tu corazón dejó de latir, por qué
dejó de latir cuando por fin tenía a alguien cuyo corazón latía por él, por qué
dejó de latir cuando estaba lleno de ganas de luchar, aunque a veces los
problemas lo dejaran malherido. Te defendiste con uñas y dientes para poder
conseguir que estuviéramos juntos, pero me duele pensar que no sirvió de nada.
Espero que, cuando mi momento llegue, estés
esperándome al otro lado, junto a todos los seres queridos que ya he perdido. Y sé que
Bruna estará contigo, fiel y dulce como siempre fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario