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En memoria de Fernando Cuen Martín, que me amó y creyó en mí. Ya ha pasado un año. Siempre en mi corazón.

sábado, 6 de junio de 2015

Plegaria en la Gruta de Nuestra Señora de Begoña


Quisiste compartir todo conmigo, todo, tus alegrías, tus tristezas, tus sueños, tus fantasmas, tus creencias y pusiste tu corazón y tu alma en mis manos, aunque guardaras para ti, en un rincón, sentimientos y dolorosas imágenes que eras incapaz de exorcizar.

 En esos momentos (aunque cada vez había menos a medida que te abrías a mí) tu único consuelo era perderte en la sierra, en las montañas que tanto amabas y que curaba las heridas que ni yo podía sanar. Allí los árboles, el cielo, los pájaros y tu fiel Bruna eran tu mejor bálsamo. Ya sé, ya sé… Siempre me decías que yo era tu bálsamo de Fierabrás…pero hay pedacitos de nuestro espíritu, del espíritu de todos nosotros adonde nadie puede llegar, pedacitos perdidos en lugares recónditos entre los pliegues de nuestras penas y nuestros sueños perdidos. Y a esos lugares recónditos de tu alma, sólo el aire fresco de la Sierra de Guadarrama podía llegar.

Y, así,  por compartir todo conmigo, con amor y con fe, nos encaminamos a visitar la Gruta de Nuestra Señora de Begoña adonde tantas veces ibas para rogar a la Virgen, con tu fe pura e inocente, inocente en el sentido más bello de la palabra.

Un remanso de paz en el pequeño pueblo de Miraflores, entre montañas, un hermoso lugar al que entramos cogidos de la mano, un lugar adonde nunca más podré ir contigo pero adonde, sin duda, volveré para sentirme cerca de ti.

Nos acercamos al altar y cogiste unas velas y las repartiste conmigo y las encendimos y con cada una hiciste un ruego. Rogabas por la salud de los que querías, por nosotros, por nuestros sueños, por nuestros proyectos, por nuestro futuro, por nuestros pequeños de cuatro patas.

Y ahora yo no sé si rogar a Nuestra Señora de Begoña o ponerle un pleito porque no te concedió lo que con tanta fe le pediste. Yo le pregunto por qué tu corazón dejó de latir, por qué dejó de latir cuando por fin tenía a alguien cuyo corazón latía por él, por qué dejó de latir cuando estaba lleno de ganas de luchar, aunque a veces los problemas lo dejaran malherido. Te defendiste con uñas y dientes para poder conseguir que estuviéramos juntos, pero me duele pensar que no sirvió de nada.

Espero que, cuando mi momento llegue, estés esperándome al otro lado, junto a todos los seres queridos que ya he perdido. Y sé que Bruna estará contigo, fiel y dulce como siempre fue.





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