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En memoria de Fernando Cuen Martín, que me amó y creyó en mí. Ya ha pasado un año. Siempre en mi corazón.

viernes, 10 de enero de 2014

CAMPANADAS DE FIN DE AÑO

Con las doce campanadas, me di de bruces con el nuevo año, casi sin creérmelo.  Y, como era inevitable, miré hacia atrás y contemplé lo que me había deparado el año que acababa de despedirse. Sonrisas y lágrimas. Sorpresas inesperadas. El amor. Y problemas. Y deseos. Y propósitos que no se cumplieron y otros que me han acompañado a lo largo de los meses. Uno de esos propósitos fue despertar a la escritora dormida, sacudir el polvo a un sueño de la infancia, escribir, porque realmente soy yo misma cuando tengo un teclado en mis manos. Cuando escribo, la máscara cae y puedo ser quien realmente soy. A lo largo del año anterior, escribí los tres relatos que he publicado en este blog,  me atreví con una novela juvenil a la que le estoy dando los últimos retoques (siendo consciente de que es algo más que el ejercicio de una aprendiza y que me queda mucho camino por recorrer). Mientras corrijo (por enésima y espero que última vez mi novela) pienso en la próxima, en el posible tema, en posibles personajes, me pregunto si será juvenil o para adultos y pienso en nuevos relatos. El tiempo no me da para más, no me da para más que para pequeñas reflexiones como la que dejo a continuación.


El tiempo cae sin cesar o se eterniza en una gota de agua que se desliza lentamente dibujando diminutos senderos en el cristal de una ventana. El tiempo cae, pasa, nos golpea y nos acaricia. Nos desespera cuando esperamos y no nos espera cuando nos quedamos atrás.

A veces, la melancolía nos acompaña un trecho del camino cuando el tiempo pasado nos duele y, otras, es la impaciencia quien se nos une cuando el futuro se nos aparece lejano y lleno de brumas.

Uno o uno los recuerdos acuden fieles a la llamada de las campanadas de final de año, y fieles acuden también los sinsabores y las decepciones. Y, al mismo tiempo, la esperanza y los proyectos para los siguientes trescientos sesenta y cinco días se acurrucan en el corazón, como se acurruca mi gata en mi regazo, confiada e inocente, ajena a mis cavilaciones, ajena a las dificultades, ajena a la melancolía.

Y evoco a mis padres. Mi madre muerta, tumbada en su cama, pálida. Y la certeza de su pérdida. Y la incredulidad de que eso sea todo, de que se haya ido sin más. Y, un año después, la mano de mi padre entre las mías, y sus ojos en los míos, respirando con dificultad, mientras le acaricio el cabello blanco. Y su último suspiro. Y todos alrededor de la cama del hospital. Y el adiós. Tantas cosas sin decir, tantas cosas que no entendieron y no pudieron compartir. Y el amor y la dedicación: su legado.

Doce campanadas. La familia reunida y el recuerdo de los que ya no están. Y alguien que llegó a mi vida el año anterior con el firme propósito de quedarse. Y el deseo de ser yo misma, de desprenderme de lo que me limita, de encontrar el camino, de hallar el valor para no perder ni un sólo minuto de los años que me quedan siendo una pieza más de un engranaje que me asfixia.

Un nuevo año da comienzo. Días, meses, años. Esos compartimentos en que el ser humano ha seccionado el tiempo como si el tiempo se pudiera seccionarse.


Y abro un cuaderno y hago una lista de propósitos.  Y con la mano en la barbilla miro a través de la ventana y sonrío. Trescientos sesenta y cinco días para seguir soñando.
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3 comentarios:

  1. Te sigo leyendo, Carmen, y te animo a que no ceses en tu empeño. No pares. Sigue. Y muy importante. Lee. Lee mucho. A los clásicos, a autores nuevos. Aprende de ellos.
    Saludos
    Cita

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    1. Gracias, Cita, por seguir leyéndome. Mi blog es apenas un esbozo y el tuyo es una obra de arte, una obra de ingeniería. Es lo que me parece a mí, que apenas me manejo con las cuatro cosas básicas y soy una aprendiza. Sé que tengo que leer mucho, pero mucho. Soy consciente de lo mucho que me he descolgado los años en que me he dedicado casi exclusivamente a mi vida privada, a cuidar de mi hijo y a trabajar. Y ahora, si, como digo en mi entrada, quiero ser yo misma, tengo un largo camino por delante. Un beso.

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    2. Tómalo como una carrera de fondo en la que no debes descuidar ninguno de los aspectos de tu vida. Sé la ilusión que tienes, me veo muy reflejada en ti, ¡si hasta nos llamamos igual! La única diferencia está en un paso, un solo paso.
      Y lo del blog es una tontería, es cuestión de trastear un poco.
      Besotes!!

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