Aviso para navegantes

En memoria de Fernando Cuen Martín, que me amó y creyó en mí. Ya ha pasado un año. Siempre en mi corazón.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Vínculos

Zulú reposa a mis pies (no lo diré muy alto) y las gatas están durmiendo a pocos pasos. Tranquilidad después de un buen rato de ladridos, maullidos, gritos y carreras.

El día amaneció soleado. En el exterior, ruido de automóviles que pasan y de gente que hace sus compras (es sábado por la mañana) o simplemente pasea. Hace tiempo que me molesta que los sonidos del exterior entren en mi casa. Desearía que los únicos sonidos que llegaran aquí fueran el canto de los pájaros, el de los grillos o el borboteo de un manantial de agua. Dudo de que algún día pueda ser así, a no ser que me haya tocado o me toque el cuponazo o la primitiva.

Fernando y yo soñabamos con tener algún día una casa con terreno y jardín para nuestros animales. Él acostumbraba a soñar, él decía, un tanto vulgarmente, cuando miraba casas o imaginaba lo que haría en tal o cual terreno, que él simplemente se hacía "pajas mentales".

 Soñar y desear es lo único que tenemos. Si no pudiéramos soñar, la vida no tendría mucho sentido, por mucho que los gurús, filósofos y maestros religiosos nos digan que hay que vivir el presente. El presente es a menudo muy prosaico, repetitivo y aburrido. Es necesario soñar para no ser muertos en vida.

Desde que él murió no sueño despierta. No sé qué soñar porque me había acostumbrado a que mis sueños lo incluyeran a él, más bien, era el principal elemento de mis sueños, al lado de mi hijo. Sí.  Sigo deseando que me toque la lotería para dejar de trabajar, comprarme una casa y dedicarme a hacer lo que más me guste, pero ahora a esos sueños le falta la chispa, la ilusión, el brillo,  porque si se cumplen esos sueños, él no estará para compartirlos conmigo.

Los vínculos que nos unen a determinadas personas son algo extraño. Groucho Marx decía que el matrimonio hace extraños compañeros de cama. Yo diría que es el amor el que hace extraños compañeros de cama.

Cuando Fernando se puso en contacto conmigo a través de una red social, dudé entre contestar o no, pero al final lo hice con una sonrisa en mis labios mientras le escribía y le decía, aproximadamente, con un toque de humor que "no podía menos que contestarle porque tenía curiosidad por saber cómo un hombre como él, superviviente de unas cuantas guerras, podía interesarse por alguien como yo, en cuyo perfil se veía perfectamente que era poco menos que una madre trabajadora a tiempo completo". Y él me respondió y yo volví a escribir y, desde entonces ya no nos separamos hasta el día de su muerte, a pesar de los 600 km que impidieron que pudiéramos vivir juntos como queríamos. Y así estuvimos el uno al lado del otro, en lo bueno y en lo malo, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza hasta que la muerte nos separó. Sólo nos faltó decir el sí quiero.

La vida también hace extraños compañeros que llegan a tu vida y se quedan, a veces físicamente, otras veces en tu corazón, entrelazados entre los recodos del alma, para siempre.

La muerte de Fernando también creó esos vínculos, al menos en una dirección, la de mi corazón y mi agradecimiento, y descubrí a los que realmente habían sido sus grandes amigos. Triste es tener que descubrir eso una vez muerto.  

Madrid, León, Bilbao... De algunos no volveré a saber nada, otros, espero de verdad que de una forma u otra se queden en mi vida... Lo cierto es que siempre lo estarán aunque yo desaparezca de las suyas y nuestras existencias den un giro de 180 grados.

Vínculos...que no mitigan mi pena, ni enmascaran tu ausencia pero que dan un poco de paz a mi corazón maltrecho. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario