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En memoria de Fernando Cuen Martín, que me amó y creyó en mí. Ya ha pasado un año. Siempre en mi corazón.

martes, 4 de febrero de 2014

EN MEMORIA DE LEILA

No es fácil acostumbrarse a las pérdidas. Es imposible acostumbrarse. Duelen. Siempre duelen. La garra de la muerte arrancándonos de cuajo un pedazo de nuestro corazón, dejándonos tan sólo lágrimas, tristeza, culpa, dejándonos desamparados sin poder creer todavía que aquel ser al que amábamos se haya ido para siempre. Aquel ser, humano o de cuatro patas, uno de esos animalitos que llegan a nuestras vidas y que se acurrucan en nuestro corazón llenándolo de calor y de dulzura. Ya he afrontado varias pérdidas en mi vida, las de algunos de esos seres peludos y las de mi madre y mi padre, pero nunca podré acostumbrarme. 

Ayer me dejó Leila, una de mis gatitas, mi gatita negra de apenas seis años. Seis años luchando juntas contra alergias, contra una faucitis crónica, visitas mensuales a su veterinaria, alguna operación. Hemos resistido,tenaces y valientes, pero sus riñones no han podido más. Ayer se durmió para siempre en una mesa de operaciones, conmigo a su lado, acompañandola hasta su último suspiro.

Esta entrada es para tí, Leila. Siempre estarás en mi corazón.





La dulzura en negro, piel sedosa y brillante, mirada inocente y limpia. Elegante y sigilosa, tímida y cariñosa. Un ángel que saltó del cielo mientras perseguía un trozo de nube con forma de ratón.  El destino dispuso que aterrizara en mis brazos y ella se hizo un ovillo en mi alma y la llenó de ternura.

Sus pisadas, sus correrías por la casa, sus juegos con Claire, sus maullidos reclamándome caricias. Su cuerpo junto al mío durante las noches, tranquila y feliz. Y mi sonrisa en la oscuridad al oírla llegar a mi cama para acurrucarse a mi lado.

Leila se ha ido para siempre, ayer me dejó y nadie podrá llenar el trocito de mi alma que se ha quedado vacío. Llegarán otros ángeles y ocuparán otros trocitos, pero no ese. Ese siempre será suyo y nadie ni nada podrá ocuparlo.

Leila ha regresado al cielo porque en el cielo andan escasos de ángeles. Cierto es que en la tierra los necesitamos mucho más aún, para llenar nuestras vidas de inocencia, de lealtad, de ternura, de amor sin condiciones y sin egoísmo, de todas esas cosas que, a menudo,  los seres humanos olvidamos que existen, perdidos en las apariencias, luchando contra molinos de viento, malgastando nuestro tiempo, perdidos en la rutina de nuestros trabajos, en las obligaciones, en las necesidades que nos hemos creado, sin hacer lo que realmente debería ser nuestro propósito, ser felices y llenar de felicidad la vida de otros.

Cuando yo también tenga que partir, no olvidaré llevar conmigo uno de sus juguetes, porque sé que ella estará esperándome a las puertas del Cielo, un ángel negro con un alma transparente.

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2 comentarios:

  1. Cuánto lo siento, Carmen. Te entiendo perfectamente. Cuando tuve que separarme de Lisa, mi caniche, también en una clínica, lo pasé fatal, fueron semanas de pura angustia. Pero ¿sabes?. Sé que existe un paraíso de animales en el que campan a sus anchas y no sufren dolencia alguna. Allí son felices.
    Un abrazo cargado de cariño.
    Cita

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  2. Muchas gracias, Cita. Sólo los que amamos a los animales sabemos lo que se siente. Un beso.

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